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Podopediatría
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El niño debe jugar y gatear descalzo durante el período previo a la deambulación.
El calzado del recién nacido hasta aproximadamente los seis meses de edad, tiene la misión de protección y abrigar el pié del niño.
Deben ser ligeros, delicados, cómodos y aireados y han de estar hechos de materiales como la tela, el punto, la lana, la piel o la lona. La planta del zapato debe ser lo más fina posible para que no roce la planta del pie y, sobre todo, para no condicionar el rango de flexión, extensión y apertura completa de los dedos.
Esto permite el desarrollo normal del pie a esas edades tempranas y el estímulo de las terminaciones nerviosas presentes en el pié.
Un uso inadecuado puede ocasionar consecuencias negativas irreversibles en la marcha o en la adquisición de malas posturas. Si es muy grande, se producen deformidades, traumas, maltratos y lesiones, si el zapato es pequeño, se genera mal apoyo y retracciones musculares. La marcha va a ser dolorosa e inefectiva. Al quitarle el zapato, puede generar zonas de presión que lesionan la piel o los tejidos posteriores a esta. Se forman marcas que producen enrojecimiento y, en algunos casos, pueden anteceder a la presencia de úlceras (llaga o herida abierta).
Para los caminadores, los zapatos deben ser más resistentes y deben cubrir tanto la punta del pie como el talón.
El zapato debe ser media pulgada más largo que el pie del pequeño. Es decir, debe quedar un poco más de un centímetro de espacio, desde la punta del dedo del menor hasta la parte delantera del zapato
Aun siguiendo todas las recomendaciones del podólogo o pediatra hay niños que desarrollan patologías en el pie que si no se tratan a una edad temprana una vez que se cierra el cartílago de crecimiento ya es imposible corregir por lo que cuanto más pequeños acudan a consulta mejor ya que existen tratamientos efectivos como férulas nocturnas, férulas diurnas, ortesis plantares, etc., que logran corregir la deformidad que presenta el niño garantizándole una mejor calidad de vida en su madurez.
Un pie con un arco longitudinal ausente o anormalmente deprimido recibe el nombre de pie plano.
Se subdivide en dos categorías generales: flexible y rígido.
El pie plano flexible puede ocurrir durante el desarrollo debido a una laxitud aumentada de los ligamentos y es fisiológico y normal hasta los cuatro años de edad, llegando a ser normal incluso hasta los seis años.
El pie normal de los lactantes y los niños pequeños parece plano por la presencia de grasa en el arco medial. A partir de los 4 a los 9-10 años, se trata generalmente de niños hiperlaxos, que con frecuencia presentan también genu valgo y mayor elasticidad articular en general. Con frecuencia, al caminar, desvían el pie hacia dentro.
Otros factores, como la obesidad y el sobrepeso, también frecuentes a estas edades, pueden favorecer el aplastamiento de la bóveda plantar, sin que se trate de un problema del propio pie.